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jueves, 25 de noviembre de 2010

SOLEDAD PUÉRTOLAS


Aliados. Los personajes secundarios del Quijote. Así ha titulado la novelista Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) su discurso de ingreso en la Real Academia Española, leído ayer. A las siete en punto, la escritora entró en el salón de actos de la RAE flanqueada por José Luis Borau y José María Merino, los dos últimos académicos en ingresar en la llamada docta casa. Allí le esperaban sus nuevos compañeros y, entre el público, su editor, Jorge Herralde, de Anagrama, y un buen puñado de colegas: José María Guelbenzu, Marina Mayoral, Luis Antonio de Villena, Luisa Castro, Ana Rosetti, Vicente Molina Foix, Carmen Posadas o Marcos Giralt Torrente. También había tres ex ministros de Cultura: César Antonio Molina, Carmen Alborch y Javier Solana, con el que la propia Puértolas colaboró en sus años en el ministerio de la Plaza del Rey.
Cumplidos todos los protocolos, la autora de El bandido doblemente armado comenzó por un aviso: "Como novelista, soy una permanente aprendiz de la expresión escrita". Y eso, el trato natural con la lengua es lo que, dijo, pone desde ahora al servicio de la institución que en enero pasado la eligió para ocupar el sillón g, vacante desde la muerte en 2008 del científico Antonio Colino. Vacantes, por cierto, siguen también los que ocuparon hasta este año Francisco Ayala y Miguel Delibes. Con la nueva académica son ahora cinco las mujeres -Ana María Matute, Carmen Iglesias, Margarita Salas e Inés Fernández-Ordóñez son las otras cuatro- con asiento en una casa que, fundada en 1713, hasta 1979 no abrió sus puertas a una mujer, la poeta Carmen Conde, a la que luego se uniría Elena Quiroga. Siete en casi trescientos años de historia.

Antes de entrar definitivamente en materia, Puértolas recordó a Colino y su propia vocación científica, abandonada a favor de la literatura: "La indagación literaria parte de la incertidumbre y el riesgo, y no permite conclusiones ni resoluciones". Verdades que no son "hitos de un camino hacia un lugar preciso" sino "luces aisladas".

Llegó entonces el turno del Quijote. O mejor dicho, de sus personajes secundarios, una figura por la que la escritora siempre ha tenido devoción y a la que dedicó su último libro de cuentos, Compañeras de viaje (Anagrama), publicado al poco de su elección como académica. Tras recordar la lección constante que la novela de Cervantes es para todos los escritores, Puértolas subrayó la prodigiosa relación entre fondo y forma dentro de la obra: "Es tan variada la gama de los tonos, ritmos y registros de la lengua que asombra la naturalidad con la que pasa de unos a otros. Jamás ha alcanzado el castellano esa naturalidad y flexibilidad, esa capacidad de acomodarse a situaciones y personajes tan diversos".

Algunos de esos personajes secundarios son protagonistas de historias laterales que condicionan episodios centrales. La escritora empezó por los femeninos: Marcela, la hija del ventero, Dorotea, la duquesa y la propia Dulcinea. Luego analizó algunos masculinos como Cardenio, el caballero del Verde Gabán o el bandolero Roque Guinart. Finalmente, y después de revelar que de niña le gustaban los finales felices, habló del Quijote como un tratado sobre la literatura que es al mismo tiempo un tratado sobre la vida: "La literatura como metáfora de la vida. La locura como metáfora de la literatura".

Finalmente, y antes de que José María Merino contestase a la recién llegada a "la casa de las palabras", Soledad Puértolas se elevó sobre sí misma, Cervantes y la misma Academia. "Los humanos", dijo casi al final, "hablamos y hablamos y escribimos y escribimos, como si nos creyésemos capaces de dominar las lágrimas, los desgarros y las decepciones, y de distanciarnos de los salvajes accesos de alegría y regocijo. En el fondo de tanta palabra, de tanta narración, de tanto contar y tanto escuchar, late siempre la esperanza de que en algún momento sobrevenga el milagro del mutuo entendimiento y se vislumbre la luz de una verdad". Esta tarde, en medio de todo el protocolo del mundo y de un salón que aplaudió a rabiar, la luz se vislumbró.

viernes, 19 de noviembre de 2010

LA TINTA QUE BORRA...


Sobre la poesía y los lectores...


LA POESÍA Y LOS IMBÉCILES
por Aldo Pellegrini


La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.

Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.

Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.


Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada "poesía oficial", poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.

La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.


Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos. El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad sino participa de ella misma.

La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tiene el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad.

La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.


Publicado en Poesía = Poesía Nº 9 Agosto
de 1961, Buenos Aires

sábado, 13 de noviembre de 2010

DE ORY


Edmundo de Ory
*
Conmigo vas y no lo sabes oh la ignota
gruta de las rodillas de la muerte
La muerte es una mantis religiosa
que se oculta en la arena de los vientos

Si no hubiera viento para mí
no vendría la muerte silenciosa
La manera de hablar del viento es única
Sólo la muerte nos enseña a callar

Mi dueña enorme malacostumbrada
Que sabes capturar a otros insectos
Y tú viento majestuoso rey de la
noche de noches en tu cueva esperas

**
Lo muerto
He colocado dentro de mi alma
un sofá maravilloso
y la caja de oro de unos besos
Se me he muerto la boca
Ahora solo en la noche busco árboles
Y en mi camino cada vez más frío
pisé con pena una paloma muerta

(De Carlos Edmundo de Ory “Música de lobo”, Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores)

martes, 9 de noviembre de 2010

" TROUPE" DE M.A. Ortiz Albero


“pasad y vedlo,

el círculo infinito es vuestra casa en esta noche”



“Abrid paso a sus zapatones, a sus tropiezos,

a la redonda nariz de su máscara bufa, a la flor

que escupe agua a vuestros ojos, al humo

que asciende de su peluca hacia los cielos,

abrid paso a su coche chamuscado que explota,

a su silla coja que lo arrojará por la arena, a todas

sus desgracias abrid paso con la mejor de vuestras risas

como él os abre la maleta de su vida, repleta

de lo absurdo y de lo inútil, de lo sabio y lo certero,

casa que es, de por vida, la maleta de todo lo suyo



CANTO DÉCIMO

(del augusto triste)

Rompo en llanto, cuando todo lo que ocurre

debería provocarme la risa, como así os sucede, y río

cuando nada ya tiene gracia alguna, y caigo

cuando no debo y en el peor de todos los momentos

me levanto y sigo para volver a caer y levantarme



siento las bofetadas de una mano enguantada,

las burlas de quien parece sabio en mi ignorancia,

las desencajadas carcajadas de los niños siento

lo que deba salir mal, habrá de hacerlo, la tarta

sobre mi rostro, el espejo roto en que me miro,

el globo estallado, la trompeta que calla si la soplo

y canta si la dejo, la flor de agua que se seca



pudiera ser el guerrero o el filósofo, el amante

o el sabio, el príncipe o el monje, y sólo soy

el bufón que a todos complace en su torpeza

creyéndose el rey de esta barraca de bóveda celeste.”



(Miguel Ángel Ortiz Albero “Troupe”, Olifante, Ediciones de Poesía, Págs. 39-40)